NIÑOS Y JÓVENES INMIGRANTES BRASILEÑOS

SU VIDA Y LAZOS CON LA NACIÓN

La migración de brasileños a Estados Unidos, que hasta décadas recientes había mantenido un flujo reducido, aumentó de manera significativa en la década de 1980 debido a las recesiones económicas ocurridas en el país. La cantidad de inmigrantes brasileños que se duplicó durante la década de 1980 y se triplicó en la de 1990, ahora está en su número más elevado, que en 2017 subió a 451 000 (2017). La mayoría de los inmigrantes brasileños llegan a Estados Unidos vía aérea y consiguen inicialmente una visa de turista. De acuerdo con las estimaciones del Migration Policy Institute (MPI), entre un quinto y un tercio de estas personas, aproximadamente, permanecen en Estados Unidos sin autorización. Es importante mencionar que se ha observado una tendencia reciente caracterizada por el incremento súbito en el número de inmigrantes brasileños que cruzan la frontera por tierra. De hecho, Brasil está entre los seis primeros lugares de países de origen de las personas arrestadas en la frontera entre México y Estados Unidos. 

De este modo, ambas maneras de entrar a Estados Unidos (tanto por aire como por tierra) resultan en que las personas de origen brasileño adquieren el estatus de indocumentadas cuando, tras ingresar de manera legal al país, deciden exceder la fecha límite de sus visas. Para referir el contexto, baste mencionar que la Reforma de Inmigración Ilegal y el Acta de Responsabilidad de Inmigrantes de 1996 hicieron mucho más difícil el reingreso a Estados Unidos por las vías legales para cualquier individuo que hubiera residido previamente en el país sin autorización. El proceso de transformarse en persona indocumentada, entonces, influye en la decisión de muchas familias de permanecer o regresar al país de origen después de seis meses (la temporada máxima que el gobierno estadounidense permite a los turistas). 

Mientras que hay una creciente población migrante de brasileños en Estados Unidos, a los niños y, especialmente los niños inmigrantes brasileños, rara vez se les toma en cuenta tanto para el conteo de migrantes que se hace en los medios de comunicación, como para las narrativas que relatan y han construido la experiencia migrante a través de los años. Estos jóvenes inmigrantes, sin embargo, comparten una experiencia común: asistir a las escuelas públicas del país. Lo que para ellos significa que la mayoría de su tiempo durante la semana lo pasarán en aulas con compañeros y profesores en un país completamente nuevo. 

Hay niños que, desde los cinco años de edad, comienzan a conversar sobre la condición de ser indocumentados en sus aulas y escuelas en Estados Unidos. Con la actual retórica antimigrante que domina no sólo la política estadounidense, sino también la brasileña, los niños inmigrantes brasileños le conceden a su estatus legal una posición destacada en su imaginario. La relación de los niños pequeños con su país de origen, en el que estuvieron alguna vez, está inundada de la conversación sobre inmigración, que versa sobre documentos, abogados, miedo a ser deportados, reflexiones sobre qué constituye un crimen, quién es un criminal y aquella palabra esencial del portugués brasileño para describir la nostalgia por la propia nación: saudade de casa. 

La noción imaginaria y geográfica acerca de qué es Estados Unidos contribuye al movimiento migratorio desde Brasil hacia este país. Las redes de migrantes y las historias que, en detalle, recuentan oportunidades de trabajo y éxito, recorren territorios físicos para convertirse en parte de la decisión de movilidad y migración de las personas. Los niños, por un lado, carecen de autonomía, pues se considera que se les “lleva” a Estados Unidos. Pero, por otro lado, son seres con capacidad de elección que están intrínsecamente involucrados en la decisión de migrar que tomaron sus padres y familiares. Los niños están involucrados en tanto el sentido de las narrativas de padres y familiares gira en torno a la noción de proveer una mejor vida para los más jóvenes. Así, niños de entre 5 y 7 años se convierten en expertos en cuanto a la “solicitud de asilo”, a los “documentos”, como la “green card” o a los “abogados y cortes”. 

Pertenec(s)er

Estos mismos niños muestran, en sofisticadas narrativas, lo que significa existir en Estados Unidos como inmigrantes indocumentados y, sobre todo, como seres humanos; mientras que conservan lazos trasnacionales con su país de origen, describen ese territorio como algo que se siente familiar y cercano y, al mismo tiempo, violento e inseguro. Los niños ensamblan imágenes de Brasil a través de sus padres, la televisión, los otros miembros de su familia y el contacto con los parientes y amigos que todavía están allá, pero también con sus propios recuerdos de haber vivido ahí durante algunos años. Los niños pueden reflejar las dificultades de vivir lejos del país donde nacieron, aunque lo hacen muchas veces desde la visión de sus padres. Como lo explica João, de 7 años, en su salón de clases: “El señor Donald Trump no deja que mis padres vayan a Brasil porque no tienen una tarjeta verde (green card), pero yo puedo ir porque nunca he estado en Brasil, así que él me da permiso a mí, pero no a mis padres”. 

Debemos entender que el papel de los niños en las narrativas de migración es una pieza importante en el rompecabezas para que las sociedades y, en consecuencia, las escuelas, puedan equiparse mejor para entender sus historias y necesidades. Las escuelas públicas son, algunas veces, la primera interacción que los padres inmigrantes y sus hijos tienen con una instancia gubernamental. Son también el lugar donde los niños pasan entre seis y ocho horas al día. Por ello, las escuelas son un suelo fértil para  comenzar a entender sus experiencias al vivir en la penumbra en Estados Unidos. Con Bruna podemos ilustrar cómo discuten la inmigración y la pertenencia en sus nuevos hogares. Su historia ejemplifica el trabajo que se hizo con más de 110 niños de origen brasileño. Las narrativas infantiles no suelen ser el espacio donde se hace política, ni donde los académicos y periodistas volteen a ver para entender la multitud de dimensiones de la movilidad global, en parte porque los investigadores se concentran en la verdad objetiva, que no siempre incluye estas narrativas. Nuestra meta aquí es centrarnos en las historias de niñas y niños y dar un giro a la mirada que se enfoca sólo en lo que tienen que decir los adultos y las voces con “credibilidad”.

Saudade

 y la nostalgia de pertenecer

Niña inmigrante quién vive lejos de su familia en Brasil. Texto y reflexión sobre a quién extraña, edad 6 años.

Bruna tiene 6 años y en Estados Unidos ha vivido uno. Es originaria del estado de Minas Gerais, ubicado en el sureste de Brasil, que ocupa el segundo lugar en cuanto a la densidad de la población y el tercer lugar en el producto interno bruto (PIB). En lo que atañe a la migración, ha mantenido un lazo durante mucho tiempo con Estados Unidos. El flujo entre ambos ha sido cotidiano desde la década de 1970. Bruna, como muchas otras personas originarias de este lugar, proviene de una familia de la clase trabajadora obrera. Cursa el primer año en una escuela pública del noreste de Estados Unidos, cuya particularidad es que tiene un programa de inmersión en portugués, lo que le permite usar su lenguaje de herencia durante las horas de instrucción escolar. Bruna es extrovertida, tiene el cabello largo y negro, redondos ojos cafés y una sonrisa amplia. Llegó a Estados Unidos por tierra, recorriendo México. Su familia se entregó a un oficial en la frontera y fueron detenidos, todos, durante dos semanas. Al liberarlos, a sus padres les dieron una fecha para presentarse en la corte y les pusieron un brazalete en el tobillo para localizarlos. Después de tres meses, les retiraron el brazalete. Los padres de Bruna no se presentaron a su fecha en la corte por miedo a ser deportados. Están, por el momento, en conversaciones con abogados que podrían ayudarlos a arreglar sus papeles. La familia de Bruna no tiene número de seguro social (que es el número de registro formal ante el gobierno), y cuando manejan no llevan licencias de conducir, y a Bruna le preocupa su familia en Brasil.

Bruna describe su país de origen como un lugar donde jugaba en el agua y tenía mucha familia a su alrededor. También lo describe como un lugar sin oportunidades y plagado de violencia. Cuenta historias con elaboradas descripciones de robos y niños muriendo en la calle. Ensambló esas imágenes basándose en lo que escucha, ve en la televisión y en conversaciones con miembros de su familia. Explica que no puede regresar a Brasil porque, si lo hace, jamás podría volver a Estados Unidos y, de muchas maneras, está en lo correcto respecto a sus circunstancias. Hay varios escenarios para las personas que exceden su visa en Estados Unidos. La mayoría de los castigos generan una suspensión de hasta una década antes de permitir a los interesados solicitar otra visa. Bruna explica que su más grande pesadilla es que la separen de sus padres porque dice saber exactamente cómo se siente esa separación:

Era muy pequeña cuando vinimos para acá. Me dio miedo cuando nos arrestaron… Vinimos para quedarnos un poco, pero nos quedamos mucho. Mi mama dice que allá en Brasil no había trabajo… Aquí mi mamá trabaja… yo pienso que demasiado. Pero no puedo ir a Brasil porque no me quiero separar de mi madre. No sé si para las personas de Brasil que vienen acá la vida siempre es así. Mi abuela en Brasil siempre dice que no entiende por qué la gente regresa… “¡Vivir aquí con miedo…!, ¿para qué?” 

Bruna lee libros de un nivel más avanzado que el que corresponde a su grado escolar. En su aula de clases añora historias sobre Brasil y cuando los profesores usan canciones de cuna brasileñas como estrategia de enseñanza, ella las canta fuerte y orgullosa. En su caso particular, dada la naturaleza del programa dual de enseñanza en portugués e inglés y que su profesora principal también es de Brasil, la cultura brasileña se incorpora profundamente en su educación. 

Los profesores se preocupan por la estabilidad emocional y mental de sus estudiantes inmigrantes. Uno de ellos explica: “Es tan difícil entender todas las diferentes dimensiones de su vida… Han pasado por tantas cosas”. Otro profesor no fue tan empático: “De igual manera ellos tienen que aprender inglés y a veces son flojos y no se concentran”. 

En una de las canciones de cuna favoritas de Bruna aparece la palabra saudade; explica: “es cuando tienes algo… o tenías algo… pero ya no está más contigo, aunque tú siempre lo recuerdas ¿entiendes?”. Sus recuerdos y contacto con Brasil están vivos en su vida educativa tanto formal como informal. Bruna se describe a sí misma como sem documentos(sin documentos), pero nunca usa la palabra inmigrante para describirse. Describe su inmovilidad como una característica de su existencia:

Es que soy de Brasil pero ahora estoy en América. Mis papás dicen que en América no tengo los documentos, sólo los de Brasil. Eso quiere decir que no podemos salir de aquí, de América. Nos quedamos aquí siempre y no en Brasil. No en donde nací, en mi casa. 

Aquí, Bruna vincula su estatus legal con su existencia como ser humano en lo que ella llama “América”. Se enfoca en el hecho de que está inmóvil y en que lo ello significa, esencialmente, es que no le está permitido ir a casa. Al igual que otros niños, también está empapada con las formalidades de los Estados nación, es decir, con quienes toman las decisiones sobre las visas, las green cards, quién puede quedarse y quién debe irse. El estado en transición en el que Bruna se posiciona puede no parecer la realidad de una niña de seis años, sin embargo, lo que nos muestra, junto a otros niños inmigrantes brasileños, es que las y los niños están más expuestos y cercanos a la verdad de lo que uno podría pensar, y que son parte de y están en medio de estos macromovimientos cuyo análisis y relato se ha enfocado en los adultos.

Corazón roto a la mitad

Las comunidades de los niños a través de su mirada

Niña inmigrante quién vive lejos de su familia en Brasil. Texto y reflexión sobre a quién extraña, edad 6 años.

Los niños inmigrantes con estatus indocumentado experimentan miedo y ansiedad en los lugares donde viven. Dibujos recolectados de este grupo de niños muestran cómo los familiares y la separación son sus mayores fuentes de ansiedad. La socióloga Joanna Dreby ha mostrado la manera en que aspectos mundanos de la existencia cotidiana no se conciben nunca sin la nube de miedo que el estatus legal trae consigo. En las comunidades en las que viven muchos de estos niños, ICE realiza redadas de ejecución de leyes de migración a gran escala. En ciudades consideradas santuarios por su jurisdicción, también han estado presentes los intentos de estas redadas. La escuela, iglesia y comunidad de Bruna son los lugares principales donde la sensación de pertenencia se afirma, disputa, interrumpe y desea. Su comunidad en Estados Unidos es, en su mayoría, brasileña, y su escuela primaria tiene ahora un programa dedicado al portugués. De múltiples maneras su nuevo hogar en Estados Unidos se siente como un microcosmos de su propio territorio en Brasil y ella valora la singularidad de su comunidad y su escuela: 

Por lo menos aquí en la escuela hablo portugués. Parece que hay lugares aquí en América en donde los niños de Brasil no pueden hacer eso en la escuela, pero yo sí puedo. También puedo rezar en mi iglesia en portugués. 

La familia de Bruna es evangélica, de una iglesia grande en un pueblo de Massachusetts. Sus interacciones diarias en la escuela, casa e iglesia en Estados Unidos refuerzan muchas de las ideas que hay sobre ser inmigrante en este país. Ella describe su comunidad como cerrada y fluida. Cerrada porque, en las palabras de Bruna,  (“es mejor esconderse en América”. Señala la importancia de mantenerse en un grupo específico de personas para ser invisible a los medios de cumplimiento de la ley. Sin embargo, explica también que su comunidad es fluida porque considera su pueblo natal, y Mina Gerais, una parte de su vida cotidiana. Desde una perspectiva transnacional, incluye en sus narrativas de vida a su familia en Brasil, a su iglesia en Massachusetts, a sus amigos, a su escuela y los parques a los que ha acudido. Estos recuerdos ensamblados nunca la abandonan en la memoria nostálgica de la pertenencia.

Cuando vives en un lugar, pero tu corazón está en otro: eso es lo que dice mi pastor en la iglesia. Que está bien tener el corazón roto a la mitad y que nadie ha traicionado a Brasil. Está bien que estemos aquí y pronto va a pasar. 

Bruna demuestra que sus sentimientos socioemocionales están divididos. También invoca la ciudadanía y el amor por el territorio con el concepto de “traicionar” un país. Valga recordar que tiene seis años y discute ya temas macro respecto a la pertenencia y la ciudadanía en su vida cotidiana. Aunque su experiencia de cruzar la frontera se ejerció con una visa de turista, sigue siendo una persona indocumentada y, sin importar qué tan lejos estén los límites territoriales de Brasil de Estados Unidos, las fronteras que encuentra diariamente en su comunidad refuerzan su estatus. 

Bruna

Su historia y los macroprocesos

Niña inmigrante de 6 años, que extraña a su escuela y amigos.

Según informes públicos, algunas familias inmigrantes en Estados Unidos han dejado de enviar a sus hijos a la escuela por temor a las redadas que ocurren actualmente en el país. Los oficiales de la U.S. Immigration and Customs Enforcement (ICE) consideran las escuelas como “lugares de cuidado”, sin embargo, han surgido historias en los periódicos locales sobre un presunto intercambio de datos sobre los estudiantes entre las escuelas y ICE. En algunas zonas, los padres utilizan nombres diferentes y no proporcionan el número de teléfono correcto por miedo a la deportación. Lo mismo ocurre con los inmigrantes brasileños que son padres. Desde la elección de 2016 en la que Donald Trump fue electo el presidente número 45 de Estados Unidos, la retórica antiinmigrante se ha extendido con velocidad. Aunque el muro no divida físicamente Brasil de Estados Unidos, los efectos de estas narrativas se extienden a muchas poblaciones inmigrantes. Las primeras interacciones de Bruna y sus padres con el gobierno local tuvieron lugar en la escuela. Tras su llegada a Massachusetts, sus padres acudieron a la comisión de educación para inscribirla en la escuela y fueron a esa oficina a una entrevista que Bruna describe así:

Tenían una televisión enorme. Mi papá y mamá escribían en un montón de papeles, sin parar. Había un juguete para mí y mi mamá consiguió una persona de Brasil, y no de América, para que hablara con ellos y eso funcionó. Pero ellos [autoridades migratorias] saben que no somos de aquí.

La noción de vigilancia está presente en muchos padres cuando participan de un sistema escolar nuevo para sus hijos. El padre de Bruna, André, explica que trabaja en una empresa de aire acondicionado. Maneja una camioneta con el equipo y hace reparaciones en casa. Describe sus viajes diarios de y hacia su casa y cómo “contiene la respiración” con la esperanza de que no lo detengan. Piensa que Bruna ve y siente la ansiedad: “Ella me pregunta ‘¿por qué estás triste?’, pero lo que quiere decir es por qué me veo asustado, y es porque no tengo los documentos y vemos locuras en la televisión todos los días”. 

Al mismo tiempo, los niños evalúan algunos de estos retos y son capaces de encontrarle sentido a sus nuevas realidades. Bruna advierte cuál es el rol de los papeles, de traductores, del Estado, de la pertenencia y el conocimiento de quién es y quién no es de Estados Unidos. Todos los niños en ese país tienen derecho a la igualdad de acceso a la educación pública elemental y secundaria, sin importar ni su origen nacional actual o percibido ni el de sus padres, su estatus de ciudadanía o de inmigración. Esto incluye a los niños recién llegados sin acompañantes, que están en procesos legales de inmigración mientras residen en comunidades locales con un padre, un familiar u otro patrocinador adulto apropiado. Sin embargo, los pasos que deben seguir para registrarse e inscribirse en la escuela son oficiales, del gobierno, y las familias lo saben. 

Bruna compara su escuela en Estados Unidos con la de Brasil: 

Mi mama me explicó que tengo que obedecer todo aquí y que no puedo portarme mal. En Brasil mi tía y mis primas estaban en la misma escuela. Conocía a mi profesora. Me cae bien la señorita Teixeira (la profesora) pero no voy a portarme mal. 

De hecho, es increíblemente obediente en la escuela. Sigue las reglas, nunca se queja, termina todos sus trabajos y ayuda a sus compañeros. A veces su profesora no tiene tareas extra para darle, porque termina muy rápido. Ya sea que la escuela funcione como un espacio de control del gobierno o no, ella lo toma como un espacio para ejercer su invisibilidad. 

salir de brasil

la migración internacional 

Las Familias

La migración está clasificada como uno de los principales factores que generan cambios a escala global. Tal como corresponde a una niña de seis años, las narrativas y experiencias de Bruna están constantemente siendo marginadas. Son otras iteraciones de la experiencia (in)migrante adulta las que se convierten en narrativas dominantes. Hay varias razones para que éste sea el caso. Durante grandes procesos socioeconómicos, como los migratorios, las legislaciones locales, nacionales e internacionales consideran a los niños entes vulnerables y sin voz. De acuerdo con las leyes estadounidenses, para los hijos de padres que también son indocumentados, su estatus legal dependerá de la capacidad de éstos para obtener y cambiar ese estado legal. La manera en que está diseñada la ley margina a los niños desde el principio. Son “dependientes” de sus padres y se les describe como testigos pasivos de sus propias experiencias.

Los procesos a nivel macro son parte del contexto que motiva a las personas a emigrar. Sin embargo, estos marcos socioeconómico-políticos no suelen incluir a los niños. Para centrar la experiencia de los niños en procesos más amplios de migración, historias como la de Bruna nos ayudan a entender qué tan marginal es su papel, pero muestran también su propia narrativa sobre su experiencia. La trayectoria de Bruna, que empieza con conseguir un pasaporte brasileño, recibir una visa de turista, subirse a un avión hacia un lugar desconocido en Estados Unidos y su inscripción en la escuela, nos permiten asomarnos a las interacciones constantes que niñas y niños tienen con organismos formales de gobierno y sus agentes en todos los niveles y en diferentes naciones.

Bruna, y otros niños en su misma situación, comprenden los límites legales que están presentes en sus vidas familiares. Se compromete frente a esos límites en su día a día y logra hacer algo productivo con ellos. En la escuela, el mayor sitio de reproducción del poder del gobierno del que ella forma parte, la ven como una estudiante destacada, pero ella sabe mantenerse invisible cuando es necesario. Recuerda, “no te portes mal”.

PERTENEC(S)ER

Comunidades imaginadas

Para los niños inmigrantes brasileños, la escuela, la comunidad y el aula de clases se sitúan como espacios en donde el concepto de “frontera” se refuerza, desafía y supera. La indignante vigilancia a la que están sometidos diariamente los migrantes nos muestra lo duradero de la lógica racializada y cultural que restringe su vida en todo Estados Unidos. Nos muestra también cómo en ese país los límites están presentes, de forma intensa, en escuelas y aulas y en el cotidiano. No obstante, los niños construyen ideas activamente sobre Estados Unidos y lo que representa el país para ellos. Pueden articular estos pensamientos mediante un collage de narrativas elaborado por sus padres, sus compañeros y ellos mismos.

Bruna describe la idea que tenía sobre Estados Unidos antes de migrar: 

La gente piensa que en América todo es mejor, que las personas son mejores, ¿no? Mi mamá siempre dijo que ahí había más trabajo, y para ella hay más trabajo. Mi papá también trabaja mucho. Yo pensaba que aquí iba a tener juguetes diferentes, un edificio grande y que íbamos a tener una casa grande. ¡También pensé en los parques! Pero, ¿sabes? Nadie me dijo que iba a hacer frío todo el tiempo (risas).

Bruna ha estado un año en Estados Unidos. Vive en una casa que comparte con otros familiares. Su madre trabaja como encargada del aseo y su padre, en la construcción. Su refugio es la iglesia. En la escuela suele mencionar las canciones que canta en la iglesia y combina canciones que aprendió en Brasil con otras que aprendió en Estados Unidos. Todas en portugués. 

Jesús está en el corazón de las personas. Entonces, aunque sea difícil, yo rezo por mi abuela que está en Brasil, ¿sabes? Pienso en mi abuela, pero sé que Dios la está viendo. Puede ser que podamos regresar alguna vez, para ver a mi abuela, pero los abogados no saben si se podrá. 

Describe los momentos previos a su llegada a Estados Unidos como oportunidades para sus padres, quienes le dijeron también que ella tendría una educación excelente y que aprendería en inglés. Este optimismo cruel de antes de su partida configura muchas de sus experiencias familiares en Estados Unidos. La escuela fue muy difícil al principio. Las tareas ocultas de saber qué hacer en clase y cómo participar, a la par de saber inglés, son barreras que no estaban presentes en su imaginación antes de venir. Describe Brasil basándose en sus relaciones, en especial en la relación con su abuela. Se pregunta cuánto tiempo más va a recordar: “A veces creo que estoy olvidando a mis amigos. No se puede, ¿no? Me acuerdo de ellos y de mi casita en Brasil”. 

Para Bruna, como para otros niños que migraron con sus padres, hay una supuesta gratitud (que se espera de ellos) por la oportunidad que se les concede en Estados Unidos. Pero, menciona, ella siente que debe invisibilizarse para poder vivir su vida. 

Tejiendo lazos

conclusiones

Bruna y su familia están construyendo activamente lazos trasnacionales con Brasil. Lo hacen a través de conversaciones sobre el país, recuerdos y discusiones acerca de las actuales realidades políticas y económicas. Busca medios y espacios para hablar sobre Brasil en la escuela y es que, como niña, está obligada a pasar ahí por lo menos seis horas diarias. Por ello, es importante que los profesores y la comunidad educativa comprendan que los niños inmigrantes son parte de los contextos cotidianos de sus escuelas. ¿Qué significaría para Bruna poder hacer conexiones de lo que aprende en el salón de clases con las experiencias migratorias que ha tenido a lo largo de su vida y junto a sus padres? Significaría que las macropolíticas sobre los flujos de migración tienen impacto sobre los microcontextos en los que viven los niños. La ruptura que ocurre al mudarse y cambiar de casa no es menor para ellos, al contrario. Ellos representan y narran con precisión lo que significa ser inmigrante. Sin embargo, sus comunidades imaginadas están bajo amenaza por ser personas indocumentadas en Estados Unidos. Por su anatomía, la migración brasileña a Estados Unidos es distinta a la de flujos migrantes provenientes de México y América Central. Sin embargo, aunque los brasileños lleguen por avión con visas de turista válidas durante seis meses, lo que implica un nivel de privilegio de clase, los niños no experimentan menos discriminación en las escuelas debido al método de entrada al país. 

El nivel de trauma y ansiedad que el estatus legal puede causar en niños pequeños ha sido documentado por literatura reciente. Sin embargo, todavía no sabemos suficiente sobre los efectos a largo plazo que esto puede tener en niños que crecen en ese ambiente. Historias como la de Bruna nos permiten asomarnos al contexto cotidiano y escolar de niñas y niños migrantes en Estados Unidos. Para avanzar, instamos a las escuelas y distritos escolares a que mediten sobre cómo podrían, padres y maestros, colaborar de mejor manera con esta población. Después de todo, estar en la escuela y recibir educación es un derecho humano en Estados Unidos. 

Quedan varias preguntas en el aire: ¿cómo afecta la vida de las familias trasnacionales el flujo migratorio en un contexto más amplio? ¿Qué clase de políticas locales y globales podemos pensar para mejorar la vida de los niños migrantes? Las respuestas se encuentran en sus propias historias; en la escucha profunda y en las formas en que se comunican. ¿Qué podemos aprender de los niños?

PERTENEC(S)ER

de Brasil A Estados Unidos

millones de brasileños viven en Estados unidos

de brasileños radican en florida

DE BRASILEÑOS CRUZARON POR "EL PASO" EN 2019

Por qué es relevante

Es necesario documentar el dolor de dejar a la familia, amigos y el territorio en los niños migrantes, ya que aunque pensamos que los pequeños son muy adaptables a los ambientes, muchas veces no se considera el trauma que les provoca adaptarse a un ambiente completamente nuevo y cómo esto puede afectar su desarrollo y aprendizaje.

Falta así mismo producción académica alrededor de la migración brasileña a Estados Unidos, ya que este país es el recepto principal de la diáspora de brasileños viviendo fuera de Brasil, se estima que la mitad de estos migrantes viven bajo un estatus no legal. 

El aspecto psicosocial de los niños y niñas migrantes es importante de entender ya que el desarrollo de las infancias en el país que los recibe es un escencial para entender los cambios culturales y sociales que pueden producir sociedades más multiculturales y tolerantes.

CUÁL ES LA SITUACIÓN

La mayoría de los brasileños que emigraron a los Estados Unidos, al menos desde la década de 1960, son del sur y centro-sur de Brasil y pertenecían a las clases media y media alta. Además, la mayoría de ellos son de origen europeo. Sin embargo, también hay afroamericanos negros, asiáticos (principalmente japoneses), y personas de ascendencia árabe o judía.

Datos de 2013 y 2014 indican que las tres principales zonas metropolitanas con población brasileña son Nueva York (72 635), Boston (63 930) y Miami (43 930). 

Según Asssociated Press (AP), alrededor de 17 000 brasileños cruzaron la frontera de El Paso en 2019. Varios de ellos solicitan asilo citando como razones para ello el desempleo, la violencia y la corrupción persistente. 

cómo puedes apoyar

Entender que todavía no sabemos suficiente sobre los efectos a largo plazo que la migración puede tener en niños que crecen en ambientes nuevos. Historias como la de Bruna nos permiten asomarnos al contexto cotidiano y escolar de niñas y niños migrantes en Estados Unidos. Para avanzar, necesitamos que las escuelas y distritos escolares tengan un mejor entendimiento sobre cómo podrían, padres y maestros, colaborar de mejor manera con esta población. Después de todo, recibir educación es un derecho humano. 

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