Estudiantes binacionales

instantánea de la vida de alondra

Instantánea de la vida como estudiante binacional

Era viernes por la mañana cuando, durante una clase de Matemáticas en la que estudiaban el cambio de divisas, la mamá de Alondra apareció en la puerta de su salón de clases en Puebla, México. Uno de sus compañeros de clase comentó que su “suegra” había venido de visita, lo que generó un “¡oooh!” entre los estudiantes (como sugiriendo una relación romántica). 

Instantánea de la vida como estudiante binacional

En el fondo de su salón, Alondra se sienta mirando hacia abajo. Con un solo audífono escucha a Rihanna, Bruno Mars y sus otros artistas favoritos. Su libreta está repleta de bocetos de colibríes y del vestido de quinceañera que se imaginó, en lugar de los dictados de los maestros que tendría que haber apuntado. Ésa ha sido su estrategia para distanciarse de sus compañeros y de su educación en México, en donde constantemente se sentía fuera de lugar. Dudó antes de levantarse y hablar con su mamá fuera del salón de estuco, porque odiaba la indeseada atención masculina que recibía de sus compañeros cuando pasaba cerca de ellos y resentía que los profesores no intervinieran para contrarrestar los comentarios sugestivos. Mantuvo la mirada baja mientras recorrió el salón para salir al sol brillante y hacia el paisaje delineado por la figura del volcán Popocatépetl cubierto de nieve, detrás de los cuatro salones que constituían su escuela, un bachillerato con 100 estudiantes en una zona rural de México. Esa realidad no se parecía en nada a lo que se había imaginado que sería su último año de bachillerato cuando crecía en Nueva Jersey. 

La invisibilidad de la migración norte-sur

La invisibilidad de la migración norte-sur

Alondra, estudiante en su último año de bachillerato, representa a más de medio millón de niñas y niños nacidos en Estados Unidos que ahora están inscritos en escuelas mexicanas debido a la repatriación de sus familias. Aunque la migración entre ambos países suele asumirse como una mudanza que va desde el sur hacia el norte, la última década esto se ha transformado, con un número mayor de mexicanos regresando a México que saliendo hacia Estados Unidos. Muchas familias, como la de Alondra, tienen estatus mezclados: ella y su hermana nacieron en Estados Unidos y son ciudadanas de ese país, mientras que sus padres llegaron a Estados Unidos cuando eran adolescentes, sin autorización oficial y no tienen acceso a documentos que les reconozcan residencia legal. Esto significa que si, por alguna razón, su familia viajara a México, sería muy complicado que sus padres pudieran volver a cruzar la frontera hacia el vecino país del norte. Hoy en día se oye mucho sobre las deportaciones y esto se debe a que en las administraciones de los presidentes Barack Obama y Donald Trump éstas han ocurrido al nivel más alto en la historia. Pero aun si muchas familias regresan a México debido a la deportación de alguno de sus integrantes, muchos otros grupos familiares lo hacen para despedir a un ser querido, obtener asistencia médica mas económica o para criar a su descendencia en un ámbito de menos estrés. Para familias como la de Alondra, donde hay una mezcla de estatus migratorios, una visita a México no es una decisión menor: los peligros de cruzar nuevamente la frontera suelen significar la reubicación permanente en el país de origen y para las niñas y los niños implica inscribirse en una escuela mexicana. 

¿Por qué regresan las familias?

descubriendo la  binacionalidad

Aprendiendo a regresar

Aprendiendo a ser legal…

Alondra, que nació y creció en Nueva Jersey, tenía quince años cuando sus padres tuvieron que enfrentar una difícil decisión: su abuelo paterno acababa de fallecer y su abuela materna padecía problemas de salud que necesitaban cuidado adicional. Después de más de veinte años en Estados Unidos, su padre regresó a México para el funeral del abuelo, listo para comenzar una nueva vida. Esto también provocó una de las primeras decisiones transnacionales que Alondra tuvo que tomar, ¿debería mudarse a México con sus padres o quedarse en Nueva Jersey, junto con su hermano mayor, para terminar la escuela preparatoria? Su hermano mayor, que llegó a Estados Unidos de bebé, acababa de graduarse de la preparatoria y calificaba para el programa Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA), una iniciativa introducida durante la administración de Obama que ofrecía oportunidades de trabajo legal y exención de la potencial deportación. Decidió quedarse en Estados Unidos con la idea de continuar sus estudios en un community college (centros de formación profesional superior). No obstante, al no tener la presencia de su familia en Estados Unidos para apoyarlo con los costos de la renta, se vio obligado a abandonar la escuela para trabajar. 

Aprendiendo a regresar

Alondra le mandó correos electrónicos a sus dos mejores amigas el día que su padre anunció su regreso a México, estableciendo así que su vida social era la de una adolescente inserta en el marco de las amenazantes políticas migratorias. Las niñas y niños como Alondra son binacionales; suelen ser ciudadanos estadounidenses por nacimiento, pero también ciudadanos mexicanos, porque cualquiera con una madre o un padre mexicano puede solicitar la nacionalidad. Sin embargo, la mudanza de su familia a México la obligó a comenzar a entender de manera tangible su binacionalidad y cómo ésta la diferenciaba de aquellos parientes que no nacieron en Estados Unidos. Antes de mudarse a México, Alondra esperó a que llegara su pasaporte estadounidense, si bien al principio no estaba segura de lo que esto significaría para sus futuros viajes a ese país. Entonces le preguntó a una amiga: “¿Sabes si voy a poder venir a Estados Unidos cuando quiera? No estoy segura. Creo que pueda, pero no estoy segura”. Como suele ocurrir con alguien que ha vivido siempre en Estados Unidos, nunca había tenido que considerar si podría irse y regresar, y bajo qué condiciones. Por ello recurrió a sus mejores amigas, las personas en las que más confiaba, para tratar de entender lo que significaba dejar el único país que había conocido. Su mejor amiga le aseguró: “Sí, puedes (regresar a Estados Unidos) eres estadounidense”. 

En contraste con la “generación 1.5” de inmigrantes que se mudaron a Estados Unidos de manera irregular durante la infancia, a quienes usualmente se les describe como personas que están “aprendiendo a ser ilegales” en la adolescencia, cuando comienzan a entender su estatus de indocumentados de manera concreta, al no poder compartir metas importantes como tener licencias de conducir o conseguir el primer trabajo debido a la falta de papeles, en este caso la mudanza a México de la familia de Alondra dio lugar a un contexto en el que ella comenzó a aprender acerca de su estatus legal y de los privilegios de tener papeles que la acreditan como ciudadana de Estados Unidos. Estos privilegios, claro está, no eran condiciones de las que disfrutaran todos los miembros de su familia. 

dejar una vida atrás

de norte a sur: los retos del acceso escolar

Carta de despedida

Repentinamente, Alondra también se vio enfrentando las realidades súbitas de mudarse a otro país, empezando por el hecho de que tuvo que convencer a su amiga de cuidar a su pez mascota. En el mismo correo electrónico en el que anunció la partida de su familia, les preguntó: “Por cierto, si alguna de ustedes quiere mi pez se puede quedar con él. Es un pez un poco raro, se te queda viendo, pero no quiero matarlo, ¿podría alguien quedárselo? Por favor. Es muy fácil de cuidar, lo juro”. Esta mudanza generó cambios radicales en la vida de Alondra: dejar atrás mascotas de infancia y amistades de toda la vida a quienes sabía que podía pedir ayuda. Alondra recuerda: “Quería quedarme en Nueva Jersey porque tenía amigos ahí y porque es muy difícil mudarse a un lugar completamente nuevo tras haber vivido ahí toda mi vida”. Cuatro años después, todavía conserva el cartel plastificado que sus dos mejores amigas le hicieron, escrito con marcadores rosas, lleno de promesas de mantenerse en contacto y dibujos de las tres amigas juntas.

Aprendiendo a regresar

Mudarse del norte al sur

La mudanza a México no fue sencilla. Alondra pasó de vivir en un centro urbano bullicioso cercano a la ciudad de Nueva York, a un pueblo de 8000 habitantes al pie de un volcán activo en México. Se mudaron a una casa sencilla, propiedad de la familia de su madre, cuyas habitaciones son pequeñas construcciones independientes en torno de un jardín donde crían pavos, patos y otros animales pequeños. La mayoría de la comida la prepara su madre sobre un horno de leña al aire libre. Al comparar su casa con la que rentaban en Nueva Jersey, Alondra notó lo siguiente: “Me gustaba ahí [Nueva Jersey], porque la mayoría del tiempo que estaba en casa me la pasaba adentro y ahora cuando estoy aquí suelo estar afuera”. Como muchas familias que regresan a México de Estados Unidos, su situación económica cambió drásticamente. El padre de Alondra subraya que lo que podía ganar con una hora de trabajo en Estados Unidos es el equivalente a todo un día de trabajo en el campo mexicano, que es la actividad económica principal del lugar. Su familia tuvo que volver a comenzar desde cero y los placeres materiales ocasionales, como comprar ropa nueva o salir a comer a restaurantes de comida rápida, dejaron de estar en sus posibilidades financieras. La madre de Alondra bromea diciendo que no extraña el estrés ni las horas de trabajo sin fin en Estados Unidos, pero sí el cheque que les permitía tener una vida económicamente mucho más solvente. 

Los retos del acceso escolar

Una vez en México, Alondra tuvo que enfrentarse a varios desafíos significativos en el proceso de transición al sistema escolar mexicano. El primero fue explorar el proceso burocrático de inscribirse en la escuela. Como hija de ciudadanos mexicanos tenía garantizado el derecho a la educación, pero también se vio en la necesidad de traducir al español su registro escolar previo antes de poder inscribirse, lo que le tomó varios meses. El siguiente obstáculo fue el costo de la escuela preparatoria. Aunque en papel, desde 2012 la preparatoria es parte de la educación obligatoria en México, en la práctica suele ser inaccesible y cobrar precios como las cuotas de inscripción, los libros y uniformes. Alondra y su familia hicieron sacrificios sustanciales para que ella pudiera continuar con sus estudios. 

Una vez que comenzaron las clases, también se vio confrontada con retos académicos. En Nueva Jersey había ido a escuelas donde la enseñanza era en inglés y, aunque podía conversar con su familia en español, nunca había tenido la oportunidad de recibir instrucción, ni había desarrollado las habilidades académicas o de alfabetización en este idioma. En su escuela, y en la mayoría de lugares en México, no hay instancias educativas especiales para desarrollar el “español como segunda lengua”, o el equivalente al “inglés como segunda lengua”, que son clases obligatorias para los estudiantes que están desarrollando su inglés de manera académica en las escuelas de Estados Unidos. Alondra cuenta cómo tuvo que enseñarse a sí misma a leer y escribir en español para la escuela y todavía, tres años después de su regreso, se sentía insegura respecto a cómo decir o escribir muchas cosas en sus clases. Sus profesores estaban confundidos por su timidez y su comportamiento, y pensaron que no trabajaba lo suficiente. Tenían buenas intenciones pero, debido a la infraestructura de las escuelas mexicanas, no estaban preparados para trabajar con estudiantes multilingües que necesitaban aprender el español académico, como Alondra, y tampoco podían entender los conflictos ni retos por los que ella estaba pasando. 

Aprendiendo a regresar

¿Cómo estás alondra?

Intimidada por ser diferente… 😔

Aunque el bachillerato era el espacio donde pasaba la mayor parte del tiempo, Alondra nunca sintió que perteneciera a éste. La primera vez que visitó la escuela, acompañada de su madre, para presentar sus documentos para la inscripción, pensó que estaba visitando una oficina administrativa, porque los salones simples de estuco, emplazados en un terreno árido, con perros callejeros entrando y saliendo del portón, no evocaban la imagen que tenía de una escuela preparatoria en Estados Unidos, donde creció. Les escribió a sus mejores amigas en Nueva Jersey para compartirles algunos de sus conflictos: “Tuve que comenzar mi vida de nuevo porque nos mudamos aquí. Estoy tratando de adaptarme a los cambios y de hablar más, ya saben, tener más amigos, pero me resulta difícil”. También se mantuvo al tanto de la vida en la preparatoria en Estados Unidos, las fiestas de sweet 16, los chicos que les gustaban, las presiones por los exámenes estandarizados en ese país, las cosas cotidianas que Alondra extrañaba, como Dunkin Donuts y Marshalls. También anhelaba las construcciones que le eran familiares de las escuelas en Estados Unidos, y le preguntaba a su amiga: “Oye, ¿puedes tomar fotos de la escuela?, ¿fotos de los pasillos y de los salones de clase? Es que, ¿sabes?, de verdad extraño estar ahí”.

En su primer día de bachillerato en México se dio cuenta de que la mayoría de los alumnos ya se conocían bien y cómo veían de manera diferente a alguien que no había crecido en el mismo pueblo, estado o país que ellos. De hecho, sus compañeros consideraron que su habilidad en el inglés y su dificultad en el español no eran reales, sino una muestra de arrogancia. Alondra describió cómo una compañera fue más allá de los insultos verbales para atacarla físicamente y la manera en que respondió a esa agresión. “Sentí que, como me habían hecho bullying toda la vida, en el momento en que ella lo intentó yo me puse agresiva. Tenía la idea de que no quería que me molestaran más, no quería dejarla que me hiciera nada y creo que eso me afectó mucho”. Alondra tiene una amiga cercana, Rebecca, quien recientemente perdió a una hermana que se suicidó. Al salir de la escuela, pasan la mayoría del tiempo juntas. A veces Alondra se sentía triste y añoraba esas amistades femeninas cercanas que tenía con sus mejores amigas en Nueva Jersey. Aún mantenía contacto con ellas, pero conforme pasaba el tiempo sus realidades como adolescentes se alejaban cada vez más. 

Alondra también se sentía incómoda cuando está con muchos de sus compañeros hombres, quienes hacían comentarios sugestivos, tanto a ella como a otras chicas, que los profesores rara vez castigaban. Esto contrastaba con sus experiencias en Estados Unidos, donde los maestros casi siempre intervenían si los estudiantes hacían comentarios sugerentes de temas sexuales y había consecuencias fuertes para comportamientos de esta índole, por ejemplo, la expulsión temporal de la escuela. Alondra se sentaba, intencionalmente, al fondo del aula para evitar que le prestaran atención y empezó a optar con mayor frecuencia por no entregar sus trabajos, decidiendo que prefería aceptar una calificación más baja que soportar las miradas y comentarios de los compañeros. Sus profesores se preocupaban por ella, pero no sabían qué hacer; sentían que era demasiado tímida y que tenía que lidiar con eso si quería tener éxito en la vida. Como Alondra no les tenía suficiente confianza como para contarles lo que ocurría, asumieron de manera errónea que la formación académica y el futuro le eran indiferentes.

haciendo caminos

LA BÚSQUEDA DE UNA EDUCACIÓN SUPERIOR A TRAVÉS DE LAS FRONTERAS

Alondra se graduó del bachillerato con éxito, caso contrario a muchos de sus compañeros, y aspiraba a una educación superior. No quería casarse o tener hijos, o convertirse en una persona económicamente dependiente de su pareja. Solía hablar de carreras que le interesaban, por ejemplo, el Diseño gráfico, para expandir su gran talento artístico; Mecánica, aunque le preocupaba el sexismo en el campo de trabajo, o Enfermería, que sus padres apoyaban pero era lo que a ella menos le interesaba. En los intercambios de correos electrónicos con sus mejores amigas en Nueva Jersey, se dio cuenta de que tenían intereses similares, y que Alison planeaba estudiar Medicina en una Universidad en Nueva York. Aunque sus aspiraciones eran parecidas, para Alondra el mayor problema era el dinero para la universidad. En su pequeño pueblo al pie del volcán había muy pocas becas o programas de préstamos nacionales para quienes quisieran buscar oportunidades educativas, que son mucho más comunes en Estados Unidos. Aunque sus profesores no consideraron que ella estuviera interesada en continuar estudiando, ésa era una de sus metas centrales en la vida, pero las limitaciones económicas de su familia tras mudarse a México y la falta de caminos para conseguir becas o préstamos significaron que sus opciones fueran sumamente limitadas. En su tránsito a la vida adulta, una vez que hubo salido de la escuela su trayectoria comenzó a diferenciarse de la de su amiga Alison, quien se quedó en Estados Unidos y obtuvo becas para continuar estudiando la carrera de Medicina.

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la búsqueda de una educación superior a través de las fronteras

Después de graduarse, Alondra buscaba por cualquier medio poder asistir a la universidad y se unió al único programa de becas disponible en su pueblo: un programa práctico de formación docente para la enseñanza en espacios rurales, que le permitiría reunir dinero para sus propios estudios después de un año de trabajo. Se dio cuenta rápidamente de que no tenía el carácter que se necesitaba para trabajar con niños pequeños y, tras unos meses de vivir y enseñar en un pueblo chico en un estado fronterizo, desconectada de sus seres queridos por la distancia y la falta de señal telefónica en su nuevo entorno rural, decidió dejar el programa. Su búsqueda para seguir estudiando continuaba: encontró trabajo en una tienda local, pero rápidamente se dio cuenta de que ganar menos de $10 dólares al día no iba a ser suficiente para ahorrar. Entonces se mudó a la capital del estado y comenzó a trabajar en un call-center, aprovechando la ventaja que le daba su habilidad con el idioma. Aunque este trabajo era mucho mejor pagado, se frustraba con el maltrato verbal que recibía frecuentemente de los clientes y decidió buscar una mejor opción. 

Un año después de graduarse del bachillerato, cuando tenía 19, Alondra decidió que el mejor camino para ahorrar dinero para la universidad era regresar a Estados Unidos, a la ciudad de Nueva York, donde vivían sus tíos. Para ella ése era su “nuevo comienzo” que le permitiría encontrar un camino para estudiar una carrera. Como ciudadana de Estados Unidos, con papeles oficiales, encontró fácilmente trabajo de mesera. Vivir con sus tíos y primitos en un departamento pequeño le resultaba estresante: las paredes eran delgadas y siempre podían escuchar sus conversaciones telefónicas, lo cual hacía que no se sintiera como en casa en el lugar que supuestamente era su hogar. No se había mudado a Estados Unidos porque quisiera estar ahí, prefería estar en México con sus padres y su hermana. Pasó el Día de Acción de Gracias sola, explorando las calles de Manhattan, tomando fotos de los glamorosos escaparates con ornamentos navideños y, después de eso, dijo que preferiría tener menos dinero y estar con su familia en México que estar sola en Nueva York, aun si ganaba más. Sin embargo, las opciones de empleo eran mucho más limitadas en México y dudó que podría conseguir algún trabajo que le permitiera ahorrar el dinero suficiente para su educación universitaria y tener una carrera. Cada vez que puede, Alondra regresa a México a visitar a su familia, un privilegio del que sus padres no gozan debido a que no tienen la ciudadanía estadounidense. Actualmente está considerando unirse al ejército durante cinco años porque eso la ayudará a pagar en su carrera de enfermería. Uno de sus amigos la llevó a la oficina de reclutamiento para entender cómo podría ayudarla a pagar sus estudios. Hemos tenido muchas conversaciones de los peligros de unirse al ejército y está nerviosa porque va a firmar un contrato sin entender bien los detalles. Sin embargo, su corazón está con su familia en México, a la vez que en otra encrucijada, en la que sigue viviendo en los espacios binacionales de su vida en busca de encontrar el mejor camino para salir adelante. 

Comprender las experiencias de los estudiantes binacionales

El caso de Alondra representa una experiencia infantil y migratoria común que suele pasarse por alto: el de las niñas y niños que nacieron y crecieron en Estados Unidos, hijos de padres mexicanos que deciden regresar a México influidos directa o indirectamente por las políticas migratorias. Las deportaciones y todas las decisiones para volver a México, cuando hay miembros de la familia que no tienen papeles y no pueden cruzar la frontera de manera segura para regresar a su vida en Estados Unidos, son formas de repatriación forzada. Por ejemplo, si eres un inmigrante indocumentado y tienes que elegir entre despedirte de tu madre, que está a punto de fallecer en México, o continuar tu vida en Estados Unidos, tu “elección” de regresar a México está muy restringida por las políticas de inmigración. Las migraciones norte-sur tienden a pasarse por alto en las grandes narraciones sobre la migración que se publican en los medios de comunicación y, por ello, borran las experiencias de estudiantes como Alondra. Aunque México ha experimentado un aumento sin precedentes en el número de estudiantes binacionales que se inscriben en sus escuelas, son muy escasas las estructuras o políticas que se han puesto en marcha para apoyar a estos estudiantes que traen consigo distintas herramientas y habilidades lingüísticas a las aulas (como las que Alondra desarrolló durante los primeros diez años de su educación en Estados Unidos), porque el sistema escolar está diseñado para estudiantes monolingües, hablantes de español, que han crecido en México. Dado que los educadores carecen de la experiencia para trabajar con estudiantes binacionales, muchas veces malinterpretan como deficiencias las prácticas de las niñas y los niños. 

Alondra fue incomprendida en la escuela. Su letra se veía como un reflejo de pereza en lugar de como la orientación que tuvo en su proceso educativo en Estados Unidos, donde el contenido del trabajo era mucho más importante que la pulcritud con la que se presentaba. Su renuencia a entregar tareas era una estrategia para evitar la atención indeseada de los estudiantes hombres cuando pasaba a lado de ellos hacia el escritorio del profesor, y no era indiferencia respecto a su educación. Sus profesores consideraron que su comportamiento esquivo era una forma intensa de timidez y temían que la paralizara en sus perspectivas de educación y de carrera. Los educadores asumieron que sus aspiraciones futuras eran comenzar una familia y no una carrera. Y, sin embargo, como lo hace notar la madre de Alondra, su hija es extremadamente valiente. En su búsqueda para un camino para seguir estudiando se fue a vivir a un pueblo remoto para una práctica de formación docente y luego, sola, a una gran ciudad para trabajar en un call-center. Posteriormente tomó la decisión de cruzar la frontera y buscar mejores oportunidades de trabajo en Estados Unidos que le permitieran obtener condiciones más claras para estudiar. 

En las escuelas mexicanas, Alondra también recibía mensajes constantes que le indicaban su no pertenencia. Los profesores solían decirle que estaba mejor equipada para vivir y aprender en Estados Unidos, donde había nacido y crecido. Aunque nunca lo dijeron con malicia, estos comentarios constantes le decían que no era parte de México. Todos asumían constantemente que Alondra preferiría vivir en Estados Unidos y celebran su decisión de haber regresado, pero ella no vive y trabaja en Nueva York por decisión propia, sino que osciló entre las oportunidades que se le presentaron en sus dos países e hizo los sacrificios necesarios de estar lejos de su familia para poder acceder a oportunidades laborales que, espera, le abran las posibilidades de un mejor futuro. 

Interconexiones entre la migración y las políticas educativas

Cuando hablamos de políticas y prácticas educativas, rara vez abordamos las preguntas relacionadas con la migración. De hecho, la mayoría de los educadores tienen dudas respecto a cómo tratar el tema de la migración en las escuelas, ya que les preocupa decir o hacer algo que pueda poner en riesgo a los estudiantes o su propia carrera. Esto no lo explica una actitud maliciosa, sino el hecho de que los educadores no reciben apoyo alguno para poder entender las realidades de las políticas migratorias en Estados Unidos y en México. Aun así, las experiencias de los estudiantes binacionales, como la de Alondra, nos permiten observar la interconexión entre migración y políticas educativas. Hay un número sin precedente de niñas y niños con experiencias educativas previas en Estados Unidos que están ahora inscritos en escuelas mexicanas, lo cual se relaciona directamente con las nuevas políticas migratorias que empezaron a ponerse en marcha en las administraciones de Obama y Trump. El evidente ataque de la presente administración hacia los migrantes, en especial a aquellos de origen mexicano y centroamericano, sólo subraya la importancia y la necesidad de seguir trabajando para entender los entrecruzamientos entre migración y políticas educativas. Aunque la educación se considere un proyecto nacional en el que rara vez se considera el aprendizaje de los alumnos más allá de las propias fronteras, la trayectoria de Alondra muestra la importancia de trabajar para entablar conversaciones binacionales sobre opciones educativas para personas jóvenes, cuyas vidas y aprendizaje ocurren en ambos lados de la frontera. 

APRENDIENDO A REGRESAR EN NÚMEROS

VOLVIERON DE EUA A MEX DE 2005-2010

VOLVIERON DE EUA A MEX DE 2009-2014

INICIARON ESTUDIOS EN EUA Y HOY ESTÁN EN MÉXICO

Por qué es relevante

Existe una necesidad latente de garantizar la continuación de los estudios de cientos de estudiantes binacionales, así como asegurar la equidad, pertenencia y culminación de los mismos. Las barreras que enfrentan los menores migrantes de Estados Unidos a México son fuertes: separación familiar, falta de redes sociales en las escuelas y dispersión escolar de los estudiantes; las barreras administrativas por parte de los encargados de la educación en México también son fuertes, por tanto la escuela que debería ser un espacio de aprendizaje y esparcimiento se convierte en un infierno para los menores y las familias que retornan. La falta de recursos y redes de solidaridad y apoyos a los estudiantes obstaculizan la terminación de los cursos educativos, además de esto, varios estudiantes tienen que aprender español académico y relacionarse en un contexto cultural diferente. Todavía existen muchas áreas de oportunidad para mejorar las experiencias de los niños y niñas que regresan al país de sus padres. Acompañarlos es esencial. 

Cuál es la situación

La migración sur-norte en los últimos 20 años ha ocurrido de la siguiente manera:

Casi 1.4 millones de personas migraron de Estados Unidos a México entre 2005-2010

Alrededor de 1 millón de personas dejaron Estados Unidos en el periodo de 2009-2014.

El pico de la migración de México a Estados Unidos ocurrió en 2007 con 12.8 millones de mexicanos viviendo allá; desde entonces también ha declinado.

Actualmente no hay programas educativos ni en Estados Unidos o México que provean de herramientas a los profesores para tratar con estudiantes binacionales. 

Se estima que al menos 500,000 niños con experiencia escolar en los EE. UU ahora están matriculados en escuelas mexicanas (datos del 2016). La mayoría de estos niños son ciudadanos nacidos en los Estados Unidos con padres nacidos en México: principalmente intensas políticas de deportación.

Migration and binational schooling

The binational context of students we share

More mexicans leaving than coming to the U.S

cómo puedes apoyar

Con las recientes políticas migratorias del presidente Donald Trump, acopañar a nuestros niños y niñas que regresan al país de sus padres o incluso al país en el que nacieron es una tarea primordial. Informarse sobre la migración de retorno y los estudiantes binacionales es un trabajo que nos incumbe a todas y todos los ciudadanos para entender mejor el fenómeno de la migración. Darle la bienvenida a estas infancias e incluirlas en los procesos de toma de decisión en su educación es fundamental para crear sociedades multiculturales, abiertas y con una verdadera educación para enfrentar la vida con mirada crítica y herramientas para solucionarla. 

 

notas al pie

    1. Ana González-Barrera (2015), “Migration Flows Between the U.S. and Mexico Have Slowed – and Turned Toward Mexico”, Pew Research Center Hispanic Trends, https://www.pewhispanic.org/2015/11/19/chapter-1-migration-flows-between-the-u-s-and-mexico-have-slowed-and-turned-toward-mexico/

    2. Roberto G. Gonzales (2015), Lives in Limbo: Undocumented and Coming of Age in America. Berkeley, California, University of California Press.

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